Escrito sobre el ataque holandés en 1625 titulado “Relación de la entrada y cerco del enemigo Boudoyno Enrico, general de la Armada del príncipe de Orange en la ciudad de Puerto-Rico de las Indias; por el Licenciado Diego de Larraza, teniente Auditor general que fué de ella”. Fue publicado en 1854 en el libro Biblioteca histórica de Puerto-Rico por Alejandro Tapia y Rivera (1826-1882).

En esta relación el Licenciado de Larraza narra los sucesos del ataque holandés encabezado por el general Balduino Enrico (?-1626), comenzando el miércoles, 24 de septiembre de 1625 con el avistamiento de la flota holandesa desde el castillo San Felipe del Morro. Entre los eventos narrados se encuentran los siguientes:

  • Confirmación del tamaño de la flota holandesa: 17 naos.
  • Preparativos realizados por los defensores españoles, dirigidos por el gobernador Juan de Haro.
  • Entrada de la flota enemiga por la bahía de San Juan.
  • Desembarco de las tropas enemigas, estimadas en sobre 2,500 hombres, y su atrincheramiento frente al Morro, el cual estaba defendido por solo 200 soldados españoles hábiles para combatir.
  • Texto de las cartas cursadas entre Balduino Henrico, comandante holandés, y Juan de Haro, gobernador español.
  • Ataques de la artillería holandesa a las murallas del Morro para derribarlas.
  • Defensa heroica de parte de los soldados españoles al mando de los capitanes Juan de Amezquita y Andrés Botello.
  • Varios actos heroicos realizados por los españoles para reabastecer de provisiones al Morro.
  • Asalto y retoma del fortín de El Cañuelo, que había sido ocupado por los holandeses.
  • Fracaso del ataque holandés, reembarco de sus tropas y huida de Puerto Rico.
  • Resultado y breve análisis del ataque holandés a Puerto Rico.

Los eventos narrados fueron certificados por el Licenciado Diego de Larraza, testigo ocular de los mismos, el 18 de noviembre de 1625.

Alejandro Tapia y Rivera subraya la importancia de esta relación porque aclara dos errores cometidos por escritores anteriores: (1) prueba que el general holandés Balduino Enrico no murió a manos del capitán español Juan de Amezquita, y (2) establece que el año de los sucesos fue 1625 y no 1615 como se suponía anteriormente.

Incluimos las páginas de esta relación y el texto bajo las mismas para facilitar su lectura:

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Siglo 17

1625

Relación de la entrada y cerco del enemigo Boudoyno Enrico, general de la Armada del príncipe de Orange en la ciudad de Puerto-Rico de las Indias; por el Licenciado Diego de Larraza, teniente Auditor general que fué de ella (**).

Miércoles 24 de Setiembre del año de 1625 por la mañana se avisó de la fuerza de Sant Pheliphe del Morro parecían á barlovento del puerto ocho velas, certificose de ello el Gobernador y capitán general Juan de Haro, viéndolas desde

(**) Real Academia de la Historia de Madrid,—Miscelaneas

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una hermita que se dice Santa Bárbara. Dió porque tres de ellas andaban de una vuelta y otra. Hubo nuevas en este instante que se habían visto veinte y cinco, con que el Gobernador despacho diez hombres de la compañía de á caballo por la costa y playas, para que reconociesen si era verdad, y si se iban llegando á tierra. No hubo nuevas hasta las ocho de la noche que uno de los de á caballo aviso se habían contado diez y siete, con lo cual se tocó arrebato y se hizo disparar algunas piezas del Castillo que era la seña que estaba dada para que la gente del campo acudiese y con la que estaba en la Ciudad se agregasen á sus compañías y se les diese pólvora, balas y cuerda, y de allí se ordenase lo que mas conviniese al servicio de S. M.

Jueves 25 del dicho por la mañana. Todas las diez y siete naos amanecieron á barlovento del puerto como dos ó tres leguas, y luego al punto ordenó el Gobernador que la gente se pusiese en escuadrón en la plaza, y que del Morro se sacasen dos piezas de artillería. Estas se llevaron á un puesto que se dise el Boquerón media legua de la Ciudad, sitio por donde el enemigo habia ganado otra vez la tierra. Fue á verle el Gobernador y en su compañía Don Juan de Vargas, su antecesor. Hízose allí trincheras y quedó en ella con la gente que pareció necesaria el dicho Don Juan de Vargas, por ser la parte mas importante y parecer que el enemigo habia de acometer por allí. Quedando esto en esta disposición, se volvió el Gobernador por la playa nombrando gente que quedase en un puesto que llaman del Cambrón, que era otro por donde se podía acometer. En estas prevenciones, las velas del enemigo se fueron llegando á la capitana que estaba atravesada con los palanquines izados y según se entendió fué para tomar resolución de lo que se habia de hacer, porque á la una del dia estando el viento brisa entablada, muy claro y sereno, cazaron á popa navegando con todas velas á la entrada del puerto. Ordenó el gobernador que el escuadrón de la plaza, cada compañía marchase hacia el Castillo, y de allí todos en orden á vista del enemigo y de reencuentro fuesen caminando toda la gente ponía playa arriba tan cerca de las naos, que con su artillería podia el enemigo ofender la facción, que pareció muy bien, porque se hizo mas ostentación de lo que podia con la poca gente que tenia el gobernador y que también se amedrentase al enemigo para que no entrara en el puerto. El sin embargo, con la resolución que traia, se entró por él tan á salvo y siguro como si fuera por uno de los de Olanda ó Zelanda, por la poca ó ninguna destreza de los artilleros y ser tan po-

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cos y la artillería tan mal parada, que muchas piezas al primer tiro se apeaban por estar las cureñas y encabalgamentos viejos y que algunos de ellos había cuatro años que estaban cargados. La culpa de esto no se quien sea el autor, solo que el Gobernador Juan de Haro cuando entró el enemigo habia 27 días que gobernaba en ellos. No estuvo tan descuidado que luego no hizo llevar al Castillo seis piezas de artillería de bronce gruesa de á 13 libras la menor, que estaban en la Ciudad desencabalgadas, que habían quedado del galeón que se perdió, del cargo del general Thomas de la Paspuru á la entrada del puerto por el año de 23, cosa tan importante, que si el enemigo hallara estas piezas en la parte donde estaban, con ellas solo podia batir el Morro. Los demás dias estuvo ocupado en pregonar y tomar la residencia de su antecesor y oficiales, examinando en cada uno tres ó cuatro (*) de la secreta. El enemigo dentro, ordenó el Gobernador al capitán Joan de Amezquita, que su compañía marchase haciendo cara al enemigo hasta la Puntilla, parte donde iba á dar fondo, y comisionó al capitán Don Ángel Moxica Leicau y D. Pedro Pantoja que lo eran de la gente de la tierra y al capitán Matheo Delgado de la forastera, cumplieron todos con la orden de su general, como muy valientes y esforzados, porque el riesgo era grande y evidente por las muchas balas de artillería que el enemigo tiraba, tanto, que con pretender el gobernador hacerse fuerte en aquel sitio para impedirle no echase gente en tierra, le faltó la mayor parte de la que habia de ella, y algunos de la infantería, que le obligó al Gobernador, que se hallaba en todos y en los mayores peligros, á retirarse al Castillo con los capitanes y la poca gente que habia quedado, ordenando al capitán que el con su gente y la que se le dio de la infantería, metiese bastimentos en el Morro, porque como la entrada del enemigo fué tan repentina y por parte y sitio no imaginado é increíble, no se habia puesto mucha eficacia en esto, ni en que las mujeres y vecinos desamparasen sus casas y pusiesen sus haciendas en cobro, porque si entraba por donde se entendió y se hizo otra vez, habia tiempo bastante para todo; porque lo demás parecía divertir á los soldados, y que los vecinos no acudiesen con tantas veras á defender el paso al enemigo por cuidar de sus casas y familias.

Aquella misma noche se metieron en la fuerza 120. Cargas de casabe, 46. fanegas de maiz, 130. botijuelas de aceyte, 10. barriles de biscocho, 300. quesos de islas, una pipa de harina, 50. peruleras de vino, 200. aves, 150. cajetas de carne de

(*) Testigos?

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membrillo, 50. reses que aquella tarde trajo al Morro el regidor Francisco Daza, por habérsele cometido, y 20. caballos. Con este bastimento y socorro, la propia noche antes que el enemigo saltase en tierra é impidiese el campo para los pasos, nombró el Gobernador por comisarios al capitán Alonso de Figueroa, alcalde ordinario, Francisco Daza y Diego Montañés, regidores, capitán Pedro de Villate, Joan de Lugo Sotomayor, y Don Joan Ponce de León, dándoles á cada uno comisiones para recojer canoas, barcos y otro cualquier género de embarcación, y que en ellos socorriesen la fuerza, con el abasto de carne y casabe y maiz que se hallase.

Otro dia el Gobernador tomó lista de la gente que había en el Castillo para dar ración y nombrar oficiales que acudiesen á hacer ranchos que no era lo menos importante, como lo fué la elección del capitán Joan Millan de Zayas, persona venerable é inteligente y de quien el Gobernador ha fiado cosas de muy grande importancia del servicio de S. M., y haberle servido en su compañía mas de 26. años; y de proveedor de bastimentos y distribución de ellos, hizolo también y con tanta cuenta y razón, que con ser 330 personas de ración, con el poco bastimento referido, animaba á los soldados de manera que prometía sustentarlos muchos meses con ellos.

Viernes y sábado 26 y 27, del dicho, echó el enemigo toda su gente en tierra con escuadrones formados. Empezó á reconocer el Castillo y el modo y disposición que habia para atrincherarse. Domingo 28, comenzó á ponerlo en ejecución; y lunes 29. plantó seis piezas de artillería de bronce de á 7, 12, y 18 libras bala, en el Calvario, lugar de los mas preeminentes para ofendernos y batir la fuerza. Este mismo dia se disparó mucha mosquetería, de una y otra parte, y al Sargento
mayor García de Torres yendo a retirar de un caballero una posta, le pasaron de un mosquetazo y murió al cabo de siete dias, y hirieron de otro al alférez de infantería Gabriel de Orellana. Disparóse la artillería del Castillo y les mató mucha gente, y de las suyas, con ser muchas las que dispararon, no hizo daño.

Martes 30., saliendo un sargento del enemigo fuera de las trincheras, con una espada desnuda haciendo bizarrías, un soldado de los que estaban de posta en un caballero, le derribó de un mosquetazo retirado. Como á las 9 de la mañana vino el tambor del enemigo con bandera blanca y la carta que asi ella como su respuesta á la letra es la que sigue:

1. Carta.—Señor Gobernadar Don Joan Fare.—Bien puede ver V. Merced la razón porque le somos tan acercados y

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considerar nuestra intención, asi queremos: yo Boudoyno Henrico, general de esta armada, en el nombre de los Señoríos los Estados generales y de el Ilustrísimo Señor Príncipe de Orange, que V. Merced sin hacer alguna escepcion, nos entreguen el Castillo con sus personas en nuestras manos, lo cual haciendo no dejaremos de venir á buen apuntamiento, y al contrario, no queriendo; sois avisado que de aqui adelante nos hemos resolto de escusar persona, viejo ni mozo, mujer ni niños, y sobre esto aguardamos su respuesta, y esto en pocas palabras. Estando en la Ciudad de Puerto-Rico, año mil y seiscientos y veinte y cinco,—Boudoyno Henrico.

Respuesta.—Visto el papel que V. Merced me ha escrito, y me espanto, que sabiendo que estoy yo aquí y con 13. años de Flandes, donde he visto las bravatas de aquella tierra, y saber lo que son sitios, se me pidan semejantes partidos; y si V. Merced quisiere ó pretendiere alguno, ha de ser entregándome los bajeles que están surtos en ese puerto, que yo les daré uno á los que hubieren menester para que se retiren: que esta es la orden que tengo de mi Rey y Señor, y no otra: Con que he respondido á su papel. En este Castillo de San Pheliphe del Morro á 30. de Setiembre de mil y seiscientos y veinte y cinco.—Don Juan de Haro.

Y vista por el enemigo la respuesta de su carta hizo disparar con mucha cólera y corage mas de 150. tiros de artillería. Fué Dios servido que no ofendió á ninguno de los nuestros; solo que con el ánimo y brío de los artilleros, por cargar y disparar apriesa y no haber limpiado bien las piezas, cargando una, se dio fuego y hizo pedazos á dos de ellos, de los mejores y mas adelantados que teníamos. La noche consecutiva habiendo dado una pieza sobre la puerta principal del Castillo, cayó en la plata forma alta la bala y hirió á dos, quebrándole á uno la pierna y á otro maltratado.

Miércoles 1.o de Octubre. Llegando cerca del Morro un navio de Islas, con vinos y otras cosas de comer, para asegurarle, se despachó á Pedro Sarzuela, soldado, con orden del Gobernador para que surgiese y diese fondo debajo de la artillería, pena de traidor: no lo hizo, ó porque no quiso ó porque el tiempo no le dio lugar, sin embargo de que después se vió hizo diligencias para volver, quedándose de una vuelta y subir á barlovento. El enemigo que todas sus fuerzas ponía en quitarnos el sustento y socorro, con poco viento y remolcando echó un patache fuera, y aunque se disparó toda la artillería no se le ofendió, porque otro dia se vió ir en seguimiento del que nos habia de socorrer, y asi le obligó á cazar á popa y irse

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á Santo Domingo. Causas fueron estas que desanimaran no poco á los soldados y demás gente del Castillo, si nuestro buen gobernador Joan de Haro, sacando fuerzas de flaqueza no los animara; poniendo la causa en manos de Dios y no pretendiendo mas que su honra y la de su Rey y Señor, y no particular suyo, como muchas veces se lo oí decir, y asi aquella misma noche y otras muchas, por partes y sitios incógnitos, los comisarios nombrados cada uno de su distrito y parte señalada socorrían con casabe y carne que podian. Este patache del enemigo mas de veinte y cuatro dias estuvo de frente del puerto, echando lanchas de noche para cojer las canoas con que nos venia el socorro, y de dia siguiendo las velas que parecian, pero no cojió ninguna.

Otro dia jueves 2 de Octubre estuvo el enemigo en silencio sin disparar pieza ni mosquetería: dio cuidado porque aquella noche se vijió con mas veras que otras. Esta noche cuatro hombres del campo entraron en la Ciudad y cojieron una espia que dio noticia de la armada general, nación, capitanes, gente y pertrechos que traía, y de como habían salido de Olanda 33 velas para socorro de la gran bahia del Brasil, y las 13 se habían apartado á la mar del Sur, y las demás restantes venían con demanda de este puerto, porque el Brasil lo hallaron por los nuestros; y que soldados y gente de mar no traía de 1,000. hombres arriba: esto nunca se tuvo por cierto, porque sin duda eran mas de 2,500, y porque las partes y sitios que el enemigo ocupaba eran muchos y en cada uno abundancia de gente, y las naos 17. y todas de 500. toneladas arriba.

Viernes 3. Se disparó mucha artillería y de la armada se hizo lo mismo desencabalgándoseles otra pieza, y se mató al parecer mucha gente.

Sábado 4. Al amanecer, el Gobernador echó fuera del Morro por el postigo, hasta 80. hombres en dos trozos, por cabos al capitán Don Sebastian de Avila, vecino ele esta Ciudad, soldado viejo, y al capitán Don Andrés Botello, natural de Canaria, y á Don Antonio de Mercado hijo del capitán D. Alonso de Mercado, gobernador que fué de esta Isla, con diez hombres, para que los demás cada uno por su parte acometiesen á las trincheras á un tiempo. El Don Antonio se adelantó tanto, que los demás no tuvieron tiempo para hacer su facción como se les había ordenado, que fué causa de no haber degollado mucha gente al enemigo, aunque el Don Antonio con sus diez hombres le mató algunos. Este dia, viniendo al puerto una fragata que habia ido á pescar careyes, la corrió el patache que andaba fuera y milagrosamente se escapó y dio fondo, y se le

 

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sacaron mas de 70. careyes que traia, socorro importantísimo para el sustento. Con estos dos buenos sucesos y una espía que cojieron aquella mañana, que dio noticia que nuestra artillería le habia muerto mucha gente, se animaron los nuestros y pidieron al Gobernador les dejase salir á campaña otra vez.

Domingo 5. de Octubre, fiesta. De la Naval, como á las nueve de la mañana, del caballero de Austria dieron aviso á nuestro Gobernador como el enemigo bajaba una pieza por las trincheras, acercándola á nuestro foso, subió luego en persona y vid como era cierto, mando luego acestarle una pieza y el artillero lo hizo tan bien, que le deshizo y le mató según después se supo ocho hombres, y al punto dio orden al capitán Juan de Amezquita saliese con cincuenta hombres y que embistiese á las trincheras. Hizolo á las 12 del dia con tan grande ánimo y esfuerzo, que desbarataron los que habia en ellas degollándoles mas de sesenta, entre ellos un capitán y sargento mayor de los mas animosos que el enemigo traía, sin que de los nuestros muriese ninguno, solo salieron heridos, y el mas peligroso que quedó dejaretado de un brazo fué Luis de Larrasa, natural de las montañas, de un mosquetazo. Quitáronles los despojos que son armas de fuego, benablos, y alabardas en cantidad. Después de la retirada, corrido y afrentado el enemigo,
nos hizo mucha batería disparando balas sin número, de nuestra parte se hizo todo lo que pudo, porque como la pólvora que el Gobernador halló en la fuerza era tan poca que no llegó 150. quintales, y la ocasión presente apretada, íbase moderando y tasando para que no faltase en la mayor necesidad. Este dia, á prima noche, la gente del campo en una canoa cojieron la lancha de la almiranta con mas de 20. hombres degolláronlos á todos escepto dos que se trajeron al Gobernador. Con esta lancha dio orden el Gobernador al capitán Don Andrés Botello que viniese al rio de Bayamon apercibido con gente y vigilancia de buscar alguna otra lancha y la embistiese
hasta rendilla. Hízolo tan bien, que reconociendo la boca, vio como estaba de guardia hacia afuera una, de donde empezaron á dar voces preguntando á la de los nuestros qué gente era, respondióseles en su lengua que de los suyos, y de tal nao conocieron el engaño y se pusieron en arma, y á este punto se les dio Santiago, y se apoderaron de la lancha degollándolos á todos sin que se escapase hombre. Vino á su socorro otra que estaba el rio arriba, y peleando con ella le mataron la gente. Solos 5. hombres que huyeron en ella, que por estar tan ocupados y divertidos con las dos, no los siguieron. Estas dos lanchas se llevaron por el rio arriba y se aseguraron en parte

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donde el enemigo no las pudiese cojer, porque con ellas nos prometíamos muy buenos sucesos y que se nos habia de meter en el Castillo todo género de socorro, como se hizo.

Miércoles 15. de Octubre. Enojado el enemigo y que se le iba deshaciendo el intento que tenia de rendir la fuerza por hambre, armo 7. lanchas con 140. hombres, muchos pedreros, mosquetería y chuzos, y hizo acometiendo al rio por dos partes en busca de sus dos lanchas. Las cuatro entraron por la boca principal del, y las tres por un desaguadero, que se dice Boca vieja, á un mismo tiempo. Los nuestros que estaban con vigia, les dejaron entrar y en la primera emboscada, les dieron una ruciada de mosquetería que serian hasta quince, y luego se pusieron en huida para que el enemigo se acercara y echara gente en tierra, como lo hizo, y luego como valientes españoles volvieron á ellos haciéndoles cara, degollando muchos, hasta que se retiraron á sus lanchas, cojieron algunos despojos, y las lanchas se volvieron, lo cual no hicieran si las dos nuestras estuvieran allí.

Jueves 16 á las 10 de la noche. Este capitán Don Andrés, con orden del Gobernador, fué con 30 hombres de la tierra en las dos lanchas, dieron asalto al Cañuelo, que es un fuerte que defiende el paso á las lanchas y canoas asi de las que salen como de las que entran en el puerto y rio, en que estaba ya el enemigo apoderado con artillería y gente de guarnición. Luego que llegaron los nuestros, le dispararon la mosquetería á las ventanas del fuerte, porque la puerta estaba cerrada para que ellos no tuvieran lugar de disparar su artillería, sin embargo lo hicieron pidiendo socorro á el armada, á que acudieron dos lanchas y antes que la delantera abordase (*) le embistieron y mataron la gente de ella sin que quedase ninguno. Con esto reconociendo la otra lancha la fuerza de nuestra gente se retiró. Los del fuerte con piedras y artificios de fuego se defendían tan valerosamente, que de ninguna suerte dejaban llegar á los nuestros. Viendo esto, para rendirlos se tomó por medio el quemarles la puerta y darles fuego por dentro, con lo cual diez y seis que habia sin dos muertos se rindieron. Duró esta batalla á vista del enemigo y de nuestro Castillo dos horas muy largas, trájose á él el despojo y flamencos, dio el Gobernador muchas gracias á Dios, y á Don Andrés y soldados agradecimientos. Día de San Lucas 18 de Octubre, puso el enemigo dos naos junto al Castillo, casi debajo de la artillería. El intento no se supo, pero por lo que después se vio, fué por dar

(*) No se lee.

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ocasión á que nuestras lanchas le acometiesen que eran ya 4. y rendirlas, ocultando la gente debajo de cubierta, porque arriba se veía solo algún marinero. Otro pensamiento también se hizo que fué el darnos ocasión de que gastásemos nuestra pólvora, porque como habian tenido nuevas de que teniamos poca, era aquella buena para consumirla. Nuestro Gobernador que todo lo previno, no faltándole brios ni ánimo, ni desconfianza en que le había de faltar, en el tiempo que allí estuvieron les dio tan buena batería que otro dia con toda priesa se retiraron, y la una tan maltratada, que hubo necesidad de encallar en tierra y alijar la artillería para repararse.

Martes 21. de Octubre escribió el enemigo la carta de abajo. Va á la letra con su respuesta.

Carta 2.a del General.—Señor Gobernador: Ya sabe el poder que tenemos sobre esta Ciudad de Puerto-Rico, la cual estamos no solamente resoiltos quemar, pero también todo lo que está á el entorno de ella, lo que os queremos avisar. Si por ventura queriendo guardar los vecinos de aquel daño se queria acomodar con nosotros, si asi es, mándanos luego con quien habernos de tratar. Otramente no dejaremos de poner luego á ejecución nuestro intento. A 21 de Octubre en Puerto-
Rico.—Boudoyno Henrico.

Respuesta.—He visto el papel que se me ha escrito; y si todo el poder que queda en Olanda estuviera hoy en Puerto-Rico, lo estimara en mucho, porque vieran el valor de los españoles. Y si quemaren el lugar, valor tienen los vecinos para hacer otras casas, porque les queda la madera en el monte y los materiales en la tierra. Y hoy estoy en esta fuerza con la gente que me basta para quemar á toda la suya; y no se me escriban semejantes papeles porque no respondo á ellos; y esta es la respuesta que doy. Y en lo demás, hagan lo que les pareciere. Deste Castillo de San Phelipe del Morro 21. de Octubre 1625.—Joan de Haro.

Después de cojido el Cañuelo, y estos buenos sucesos, luego al punto el Gobernador para continuarlos y acabar de consumir á el enemigo, consiguiendo una muy gran victoria, ordenó al capitán Don Andrés que juntase toda la gente del campo que estaba repartida en los puestos, y con sus armas acometieran por el puente, haciendo seña para que al mismo tiempo saliese gente del Castillo, y por una y otra parte se acometiese á el enemigo, con que era fuerza degollarle, cojiendo al general y toda su armada. Hubo tanta remisión en esto de parte de todos que cuando se acudió al remedio, ya el enemigo con la respuesta del Gobernador habia quemado 46.

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casas de piedra y 52. de tablas, que si el Gobernador no estuviera tan fiado en la puntualidad del capitán Don Andrés y en el valor y esfuerzo de la gente del campo, que siempre le tuvieron, entretuviera al enemigo y no tomara tan breve resolución que fuera buena é importante si el enemigo no pusiera tan presto en ejecución su intento y no se hubiera faltado en cumplir la orden y disposición que el Gobernador habia dado. Finalmente por acudir al reparo, y que el enemigo del todo no quemara y arruinara la tierra como lo iba haciendo, con el mayor esfuerzo y ánimo del mundo, ordenó al capitán Joan de Amezquita que con 150 soldados saliese al campo y embistiese á el enemigo hasta hacerle retirar. A este mismo tiempo se hizo lo mismo por el puente, y por una y otra parte se dieron tan buena maña, que por certificación del Sargento mayor y lo que se vio desde los caballeros del Castillo, se retiró tan á tropel el enemigo y con tanta cantidad de gente, que unos sobre otros se arrojaban á el mar á ganar sus lanchas y naos. Y á no estar tan juntas todas y casi con planchada en tierra, los nuestros pudieran llegar á tiempo que degollaran muchos de ellos, que fué acordado no lo hacer por el empeño y peligro evidente.
Esto fué de suerte que parece increíble, porque el enemigo en solos dos escuadrones, se retiró con mas de 700. infantes, y los nuestros se puede decir que fué mas el ruido que las nueces, porque cristianamente y como pareció por las listas, en el campo y Castillo no hubo 200. soldados que tomasen armas para pelear, porque los demás eran viejos y impedidos y emfermos. Por estar continuamente con las armas en la mano y el sustento tan limitado, las dos partes de la gente no fué de provecho de ninguna manera; todo esto suplió el ánimo y valor de nuestro buen Gobernador y el que tenian los españoles y naturales de la isla, cuya memoria merece estar escrita entre los casos memorables. Porque, cuando se ha visto, ú en que guerra, que cinco españoles en una canoa, que es un palo hueco, embistan á una lancha de 25 hombres con mosquetes, pedreros y chuzos y los rindan? y asi mismo, otros 30. á un fuerte, guarnecido con su artillería y gente, que parecia inexpugnable, y no solo le rindan, pero á la gente que les acudió de socorro degollaron, y 200 á 700. haciéndolos retirar y dejar la tierra? Esta retirada fué á 22 de Octubre como á las 10 del dia; ordenó el Gobernador que se hiciesen algunas trincheras en las bocas de las calles por si el enemigo volviese á saltar en tierra y que se apagasen los fuegos acudiendo 100. Hombres á esto, como se hizo. Embarcado el enemigo en sus naos sin hacer mudanza con ellas. A 23 del dicho mandó sacar nues-

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tro Gobernador tres piezas una de á 13. libras y otra de á 10. y otra de á 7. Plantáronse en lugar muy cerca á las naos, de noche y sin que lo entendiese el enemigo, para asegurarle que no se retirase. Fué tanta la batería que se hizo á la capitana, que lo deshicieron la popa y la pasaron por muchas partes matándole mucha gente y lo mismo á la almiranta y otras naos que estaban cercanas, tanto que les obligo con toda diligencia el atoarse y desviarse lo mas lejos que pudieron. Mucha fué la bateria del enemigo, pero á Dios las gracias solo cuatro de los nuestros salieron heridos, el uno con una pierna menos y otro un brazo. Los otros dos murieron, entiéndese: fué mas de espasmo que de las heridas. Desde este día se estuvieron reparando y aderezando de los balazos hasta fin del mes. Nuestro Gobernador, que por ninguna manera se descuidaba, viendo que le faltó puesto para acercar la artillería y hacerle mas batería, ordenó de juntar todos los oficiales carpinteros y herreros, y que con toda brevedad trabajando de dia y de noche y asistiendo él mismo en persona, se hiciese una cadena de palos muy gruesos; estos fueron 6, y cada uno de 27. codos de largo y del grueso de un árbol mayor para navio de 200. toneladas. La perneria y chapazon y anclaje, el que tenia la misma platina de hierro asi tosca y por labrar, y se pusiese en el canal del puerto por la parte mas estrecha con sus pedazos de cadena, anclaje y cables lo mas gruesos que había. Acabado esto, el enemigo hizo seña de leva con lo que el Gobernador apresuró el llevar la cadena por no perder tiempo y ocasión. El enemigo que lo vio con viento favorable, que siempre le tuvo, al instante se hizo á la vela y acometió á salir, siendo la 1.a, la almiranta que en un bajo que está junto á la canal encalló este dia que fué de todos los Santos. Salieron todas tres sin tener efecto lo de la cadena porque no hubo lugar para ponerla; disparáronsele á cada una 30. piezas y entre ellas muchas de á 24 y 28. libras bala, y certifico, como quien lo vio, que pocas fueron las que no se emplearon haciéndoles muy gran destrozo. Las tres piezas que estaban fuera luego dieron tras de la almiranta encallada y le hicieron mucho daño, según se vio, esta se retiró á las 10. de la noche, que fué pleamar, con las demas. Domingo 2. del dicho como á la una del dia, salieron todos escepto una que quedó encallada. El Gobernador que se hallaba imposibilitado de poderles impedir el paso y que no tenia otro medio ni modo para ofenderles, dispuso lo del artillería, nombrando persona de consideración que acudiese á los artilleros y soldados que estaban para disparar en cuatro plataformas, que dividió para el efecto. Hízose también y con

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tanta orden y presteza, que por ningún caso se perdió bala, acudiendo á todo con su misma persona, sin reparar ni ponérsele por delante ninguno de los peligros, que fueron muchos por la batería del enemigo, que no se hizo esto tan á salvo que cargando una pieza de las nuestras asistiendo el en persona para dar mas priesa, se dio fuego en el cartucho y hizo pedazos á un soldado adelantado que la estaba atacando y á otros 5. ó 6, echó por el suelo y á nuestro Gobernador con los astillazos del atacador y la pólvora derribándole en tierra le hizo 24. heridas por todas las partes de su cuerpo y asi herido y de fuego que le dio en la cara se animo diciendo: Ea hijos que no es nada, nadie deje de acudir á su cargo. Estiróse por sus pies á curar, sacósele de una pierna y de los brazos algunas astillas, estuvo en la cama nueve días que labro el fuego ordenando de ella de dia y de noche lo necesario é importante para que la nao encallada y un patache y lancha que quedó con ella no saliesen del puerto, con las lanchas y gente necesaria acometiesen al patache que estaba desviado de la nao y encallado y le sacase y pusiese en cobro. Esto no se consiguió porque el capitán Joan Amezquita, no sabiendo la orden que tenia Don Andrés, se adelantó y fué él en persona con dos lanchas á tomar el dicho patache, fué Señor del con toda su gente y estuvo desde prima noche hasta las 12. de ella por nuestra la nao que se habia desencallado y que se vía en su paraje disparando toda su artillería, obligó al capitán con su gente le largase. El Gobernador sintió tanto esto que castigara sin duda al culpante que yo creo seria el piloto, por tener por hombre animoso y valiente á el capitán, sin embargo de que lo dejó á mejor juicio y parecer que será el de nuestro Gobernador en la causa que va escribiendo sobre el caso. Vuelta la nao á la parte en que se habia levado, sin dilación ordenó el Gobernador hacer trinchera y bajar la artillería á un sitio que se dice la Puntilla, aunque lugar peligroso por estar tan bajo y cerca donde estaba la nao, muy de importancia para batirla. Hízose tan apriesa que la nao maltratada buscó canal y sitio incógnito é increíble por los pilotos de la tierra por no se haber visto jamas otra nao, aunque fuese de muy menor porte en este estado, y que la artillería no podia surtir efecto por estar desviada. Ordenó el Gobernador con una nao de 200. toneladas que milagrosamente escapó del enemigo que estaba fuera, avisarle el Gobernador con una canoa que el capitán Santiago de Villate y Escobedo, vecino de esta ciudad, con 80. infantes y á Don Andrés con sus cuatro lanchas haciendo escolta y guardando las órdenes del dicho capitán, em-

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bistiesen á la nao hasta rendirla, atropellando todo género de dificultad, porque ninguna se les admitiria por ningún caso. Puesto por obra, el viento terció tan mal que no fué posible el abordarla, y esto creo que convino á los nuestros y que asi lo dispuso nuestro Señor por lo que después se vido, porque sin duda alguna perecieran los nuestros sin que quedara soldado vivo ni imaginación de navio. Como esto no se consiguió, hizo el Gobernador que se pusiese la cadena y se ajitase y añadiesen otros palos. Salidas las naos, la mayor parte de ellas por ser el tiempo bonancible cazaron de popa y se sotaventaron. La capitana con las demás restantes, de una y otra vuelta, estuvieron sobre el puerto dos dias, aguardando que saliese la nao. Hizo lo mismo viendo que no salia, quedando tres y el patache. Estas aguardaron mas de ocho dias viniendo todas las tardes sobre la boca del puerto á dar vista á la suya, la cual hizo una seña de disparar tres piezas sin bala y poner encima de la bandera un gallardete. Lo que de esto se colijió fué pedir socorro porque la gente estaba amedrentada y tan desatinada que de ninguna manera sabian por donde habian de salir, y esto fué porque el Gobernador mandó á las lanchas que quitasen las boyas que estaban puestas y con centinela para que la del enenigo no pusiese otras. Finalmente ya como desesperados se levaron y dieron sus velas para salir, como á las dos de la tarde, y por huir de nuestra artillería que estaba en la Puntilla, se metieron tanto por los bajos, que quedó mas encallada que la vez primera. Luego al instante el Gobernador mandó poner otra pieza y que los mejores artilleros cada uno á la suya le disparasen, y asi se hizo sin perder tiempo. Fué tan grande la batería y destrozo que le iba haciendo, que nuestro Gobernador previno en que aquella noche la gente de ella en una lancha y otra pequeña la habian de desamparar y así luego al punto envió á llamar al capitán Don Andrés y le ordenó que con dos lanchas estuviese en medio del puerto sobre la cadena y otras dos desviadas en el paso del Cañuelo, y que al momento que se reconociese que las lanchas salian se disparase un mosquete y que las tres acometiesen al enemigo y la otra fuese á la nao para apagar el fuego que se hallase encendido, y al capitán Don Sebastian de Avila ordenó también que en el Catel del navio de la Havana con 11. Hombres estuviese á vista de la nao, porque si echase espia diese asalto á su lancha y los cojiese. Y sin embargo de esta disposición tan buena y prevención tan cierta, el enemigo salió con sus dos lanchas y el Gobernador castigara á los que no guardaron sus ordenes. Quedóse la nao, y en la 2.a cubierta, dejaron algunas

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linternas encendidas y en dos barriles de pólvora, en el pañol donde estaban cuerdas encendidas y lo mismo en algunas piezas el no cerrar fuego fué evidente milagro conociese la salida de las lanchas desde una de las plataformas, porque le dispararon 2. piezas y fué tanto el sentimiento del Gobernador con estar en la cama y no sano de las heridas. Asi cojo y maltratado se levantó, ordenando que las 8. lanchas saliesen á la mar con 11. hombres en seguimiento de las lanchas, y que nadie entrase en la nao hasta que él y los oficiales Reales fuesen. Hízose así, y luego después de reconocido y visto que el fuego no habia surtido efecto, ordeno que sacase la pólvora, cuerda,
armas y balas y otras municiones inventariándose todo con mucha cuenta y razón. La nao es de mas de 500. toneladas, nueva de primer viaje con 3. cubiertas, 30. piezas de artillería, 34. de hierro colado y 6. de bronce, las dos de ellas medio culebrinas de á 13. libras bala, y ella en si tan fuerte que pareciéndonos que estaba deshecha á balazos, por ser tantos los que le tiraron, que ninguno le pasó por parte donde se pudiese ir á pique dándole los mas de ellos en la lumbre del agua. Las lanchas se volvieron porque el enemigo estaba lejos y el viento les refrescó luego. Veinte y ocho dias fué el cerco. En ellos tiró el enemigo mas de 4,000. balazos de artillería. Las trincheras las allegaron hasta nuestro foso y nos quitaron un albercon de agua que estaba pegado á él, porque á ellos les pareció que de allí era nuestra bebida, y engañáronse porque en el Castillo habia agua para dos años. Trabajó tanto el Gobernador en estos veinte y ocho dias que de remiendos con todos los carpinteros hizo encabalgamientos para mas de 20. Piezas que se habían apeado disparando. Terraplenó la puerta principal derribando la puente que estaba sobre 3. estribos de ladrillo y piedra, estos los hizo arrasar porque si el enemigo entrase en el foso, no daban lugar á que 3. pedreros que hizo poner en las casas matas le ofendiesen, hizo meter esta madera para leña y eje de la artillería. También hizo terraplenar otras dos puertas. La una del foso del Castillo y la otra de las murallas que es el servicio de las carretas para la fábrica, entre estas dos puertas pegado á la del foso hizo hacer una trinchera para resistir á el enemigo porque por aquella parte de la mar podia meter gente como salia la nuestra para ofenderle. De noche estaban en ella 8. soldados piqueros y cuatro mosqueteros con un cabo de satisfacción. Y estado y medio de alto la centinela á fuerte, que puesto en pie, pudiese ver cuando el enemigo venia. Este cabo tenia por orden de pelear y no retirarse de ninguna manera, por que aunque viniese mucha

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gente la salida era tan estrecha y agria que habían de entrar muy poco á poco. Hizo un desembarcadero en la ultima plataforma para que las canoas, en que nos entraba el bastimento, se abrigasen y estuviesen ocultas. Asistió en él personalmente tres días descalzo y metido del agua con la demás gente. Fue muy importante porque de antes se perdían las canoas y el bastimento se mojaba de suerte que no ser vía. Terraplenó en una noche una garita del caballero de Austria que el enemigo por batirla ofendía mucho á los nuestros y en particular á los artilleros y artillería por cojerla atravesada: Fué de mucha consideración porque las balas no la pasaban. Aderezó las picas clavando los hierros, haciéndolas afilar, hizo muchos chuzos y desjaretaderas. Despachó la misma noche que se encerró en el Morro á Santo Domingo escribiendo al Presidente A. Carta X.a y la Havana pidiendo socorro de pólvora, municiones y bastimentos. Hizolo también el Presidente Don Dionisio de Acuña y se mostró tan celoso en esta ocasión del servicio de Dios y de S. M., que antes de llegar las cartas á sus manos, por nuevas que tuvo de unos marineros que salieron del puerto huyendo en un barco y del soldado Pedro Sarzuela que había ido en el navio ele islas, que al instante despachó una fragata con socorro escribiendo á nuestro Gobernador Joan de Haro y animándole y que le ofrecía no faltarle en lo que tocaba á bastimentos y que le avisase el estado en que estaba. Llegadas las cartas despachó otra con cantidad de casabe, carne, maíz, biscocho, harinas, quesos, gallinas, huevos y medicinas, hasta carbón para la fragua, y pareciéndole que aun esto no era bastante, despachó otra con 30. infantes por capitán y cabo á Francisco de Acuña natural de Lisboa en los reinos de España con orden de que metidos los bastimentos en esta fuerza, pasase á raya y trújese pólvora socorriendo primero nuestra necesidad, y la demás restante la llevase á Santo Domingo de que había falta. Viniendo este capitán en cumplimiento de su viaje en el paraje del Arribo, 12 leguas á sotavento de este puerto, amaneció entre 12. naos del enemigo Olandés que ya habia salido. Huyendo del y entrando en otro le siguieron otras 8. que quedaron atrás, tanto que le obligaron á meterse en un puerto que se dice Cerro-gordo. Embistiéronle 3. Lanchas y peleó tan alentadamente, que matándole mucha gente las hizo retirar y á una la echó á pique. El enemigo agraviado desto y con otro nuevo socorro que le habia ido en la fragata y lancha que desamparó la nao. Lunes 10. de Noviembre con ella y otras cinco lanchas que llevarían mas de 250. Hombres y con artillería y roqueros le ocometieron. Como los nuestros

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eran pocos y le habían muerto y herido algunos; dejaron solo al capitán y se echaron al monte. Aseguro su persona con el socorro que habia puesto en tierra, sin mostrar en nada género de cobardía, porque en todo anduvo muy valiente. Lleváronse la fragata y 2. piezas de bronce pequeñas que traía. También despachó el Gobernador después de algunos dias de cerco, en una canoa de perlas á la ciudad de la Havana al Gobernador Francisco Tajagrano escribiendo al Marques de Cadereita general de Galeones, para que con ellos si estaba allí le socorriera ofreciéndole una grandiosa victoria por estar por nosotros el Castillo y conocer el poco valor y ánimo del enemigo, y que si no estuviese allí pidiese al Gobernador y Oficiales Reales, pólvora, municiones y bastimentos y que los despachase y pasase á la corte con el pliego que llevaba para
S. M., que también lo hizo por via de Santo Domingo. No le quedando tiempo ni ocasión, medios ni modos de que no se valiese nuestro Gobernador para salir del empeño tan grande en que estaba, y defenderse con una fuerza tan importante al servicio de las dos Magestades trato y comercio de todas las indias, porque esta fuerza en poder del enemigo la consideró inexpugnable por tener sitios y partes que si los fortificara como dio á entender, lo habia de hacer costara á S. M. el desapoderarle de ella mucho cuidado y hacienda, y por lo que he visto en este caso presente, tengo lástima á los que viven en semejantes lugares porque no solo esta vez sino las que quisiere se entrará con la facilidad que lo hizo para cuyo remedio, según la esperiencia ha mostrado, el Castillo está muy desmantelado y muy en jerga, y los que han informado á S. M. que está acabado se han engañado. Tiene muy poca artillería y menos artilleros con ninguna destreza. La boca del puerto tiene de ancho 823. brazas casi todas de canal, si de la otra frente del Castillo se pudiera hacer una plataforma, importara mucho, pero cuando esto no sea, no se podrá escusar en el puesto y sitio que llaman de la Puntilla que es en medio del surgidero de las naos y de no hacerse esto y criar otras 100. plazas como de antes, demás del riesgo tan eminente que tiene la tierra, los vecinos están resueltos desampararla y será fuerza el hacerlo porque ha sido mucha su ruina y perdida y S. M. no ha tenido ninguna, antes ha quedado muy ganancioso pues la nao y lo que tenia vale mas de lo que S. M. ha gastado. Matáronle á el enemigo 400 hombres, antes mas que menos, y algunos de consideración de los nuestros. Murió. el Sargento mayor García de Torres, cuatro artilleros que mataron nuestras mismas piezas y seis soldados y dos estropeados de brazos y piernas. Solo entró

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en el Morro el Prior fray Antonio de Rojas de la orden de predicadores para confesar, que como animoso nos quedo de tantos Eclesiásticos como habia, y fué de muy gran consuelo para las necesidades y riesgos de la vida, en que estábamos saliendo. En la manguardia cuando la retirada del enemigo embarcándose en el navio que fué á cometer al que habia quedado suyo animando los soldados, todo con mucho valor. Por muerte del Sargento mayor Garcia de Torres, se nombró al Capitán Mateo Delgado, que lo era de la infantería en la gran Canaria, persona que ha mas de 30 años que sirve á S. M. y en esta ocasión importó su elección para disciplina de los soldados, asistencia y trabajo de su persona en las trincheras y plantar la artillería y ser de los primeros que acudió á la nao para reparar si habia algún fuego y defender lo que habia dentro, por orden de nuestro Gobernador. Acabada esta relación escribieron al Gobernador el Cabildo de la villa de San Germán, 30 leguas á sotavento de esta Ciudad, como el enemigo con su armada habia dado fondo en un puerto que se dice San Francisco, reconocióse iban muy maltratadas y la Capitana y otra desarbolada, y que de dia y de noche no cesaba la carpintería y que juntamente les habia escrito la carta que sigue:

Carta 3. de Boudoyno Henrico.—Señores: El portador de esta llamado Manuel Casuella, natural de la Ciudad de Miega, es prisionero que los indianos del Brasil tomaron con su mujer y dos niños en la Capitanía del Rio Grande, pero viéndoles en el poder de aquella gente, luego fueron de los nuestros tomados en salve y guarde, y por no haber hallado comodidad propia de ponerlos en tierra, se han hasta agora quedado con nosotros, y como le hallamos ser hombre de bien y honrado, habernos hallado por bien de fiarle y enviarle á Uds. para que en nombre mió pidiese á Uds. que nos manden aqui algún hombre de la tierra sobre mi fé y abajo de la bandera blanca para saber si queria tratar con nosotros sobre algún ganado y otras provisiones que pudiésemos haber de menester en pagándoles lo que será de razón, y con esto guarde Dios á Uds. á 8. De Noviembre, en el Almirante.—Jaques Lofrebure, Secretario.

Respondióseles á esta carta que si querían saltar por bastimentos lo hiciesen con su riesgo, que ellos no le querían dar ninguno. Vista por el Gobernador la carta y respuesta de arriba y la falta de pólvora y balas que habia, les despachó dos botijas de pólvora 2400 balas, para que de ninguna manera diesen lugar á que hombre del enemigo pusiese pié en tierra inspidiéndoles todo género de socorro; si antes que se despachase esta se avisase del suceso se pondrá á continuación de lo demás.

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y perdone el lector la prolijidad, que no se ha podido decir en menos palabras habiéndose de ponderar y escribir el caso como pasó. En realidad de verdad, que asi lo certifico como testigo de vista, que es fecha en Puerto-Rico á 18 de Noviembre de 1625 años. Fin. (*)

(*) Este documento disipa el error en que incurrieron algunos escritores; pues á mas de probar que no murió el general Enrico á manos de Amezquita como se creia, fija la época del suceso en 1625, cuando hasta hoy se ha supuesto en 1615.

Puede ver y descargar copia digital del libro Biblioteca histórica de Puerto-Rico en el portal del Internet Archive.

Para más información sobre este ataque puede leer el excelente recuento por Manuel Minero, curador del Museo del Mar, titulado “Ataque a San Juan de Puerto Rico por los holandeses en 1625“.

También de la autoría de Manuel Minero puede adquirir el libro publicado en 2020 titulado 1625 Diario del ataque holandés a San Juan de Puerto Rico en Amazon.com. Según la descripción del libro publicada en Amazon:

En 1625, una flota holandesa se apodera de la Bahía de San Juan. El general Boudewijn Hendrijksz, al frente de 17 naos, llega a Puerto Rico para extender un cruento conflicto arraigado en el corazón de Europa, la Guerra de los Treinta Años.Este es un capítulo memorable del siglo XVII puertorriqueño en el que se sucedieron escaramuzas, duelos a daga y espada, e incluso peligrosas incursiones marítimas desde Santo Domingo, La Habana y el interior de la isla de Puerto Rico, que fueron decisivas para burlar a la armada holandesa y abastecer a los defensores del castillo del Morro.

Portada frontal y trasera del libro 1625 Diario del ataque holandés a San Juan de Puerto Rico disponible en Amazon.com.

Al adquirir este libro estará cooperando con los Amigos del Fortín San Jerónimo, una entidad sin fines de lucro que tiene como propósito el reabrir al público general y mantener el Fortín de San Jerónimo en San Juan, Puerto Rico.

Fuentes: Internet Archive, Amazon.com.

Fuente ilustrativa: Fragmentos del Mapa holandés de San Juan (s. XVII) publicado anteriormente en GeoIsla. Nota: Observe las banderas holandesas ondeando en varios lugares de la isleta de San Juan excepto en el castillo San Felipe del Morro.